Un reflejo del brillante futuro de Hiroshima

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Decir que Tetsuya Matsuda es un empresario de éxito es quedarse muy corto. Matsuda tiene ahora 53 años. Hace 17 que se hizo cargo de Hiroshima Mazda y, desde entonces, no ha dejado de diversificar sus actividades. Ahora, no solo tiene concesionarios de Mazda, sino también hoteles y restaurantes de okonomiyaki (tortillas japonesas), entre muchos otros negocios. De hecho, su grupo tiene alrededor de treinta empresas, y subiendo.

"Nuestra empresa fue fundada en 1933, lo que la convierte en el concesionario de Mazda más antiguo del mundo. La puso en marcha mi abuelo Soya Matsuda, que fue el segundo hijo de Jyujiro Matsuda, el fundador de Toyo Kogyo, la empresa que hoy día todo el mundo conoce como Mazda", explica Matsuda. "Sin embargo, la bomba atómica de 1945 redujo a cenizas los edificios y locales originales. El entonces presidente Soya Matsuda y todos sus empleados perdieron la vida aquel día. Desde entonces, nos hemos recuperado y hemos crecido hasta ser lo que somos hoy gracias al extraordinario apoyo de la población".

Precisamente por eso Matsuda se siente en deuda con la ciudad. Y, por eso, devolver a la ciudad algo de lo que ha recibido de ella fue siempre una de sus grandes aspiraciones desde que, con 36 años, tomó las riendas de la empresa. "Cuando me convertí en presidente, la responsabilidad social corporativa era un concepto muy en boga y todo el mundo quería subirse a ese tren", recuerda Matsuda. "Lo habitual entonces entre las empresas del ramo del automóvil, como la nuestra, era plantar un árbol por cada coche que se vendía, como una contribución a la conservación del medio ambiente".

Pero eso no le parecía suficiente. El cambio climático ya era —y, por supuesto, sigue siendo— un problema de primera magnitud. Aunque sobre el papel no sonara mal, a Matsuda le pareció que plantar un árbol por cada coche vendido no resolvería gran cosa. En una cuestión tan importante como el cambio climático, razonaba Matsuda, las marcas y las empresas internacionales debían tomar la iniciativa. Así que optó por hacer algo más por la población local. "Para nosotros, Hiroshima siempre está presente en todo lo que hacemos. Así que decidimos ver con nuevos ojos nuestras raíces y nos pusimos a analizar qué más podíamos hacer en apoyo de las comunidades locales y de sus actividades de base".

La pieza que faltaba

En Hiroshima, Matsuda es un destacado empresario que ha participado en varias actividades conmemorativas y organizaciones relacionadas con la guerra. Conoce de primera mano los movimientos pacifistas locales. También está convencido de que las atrocidades de la guerra son algo que no debe olvidarse y que debe contarse a las generaciones futuras. Sin embargo, se dio cuenta de que, quizá, Hiroshima estaba dejando de lado otra cosa igualmente importante: la capacidad de mirar hacia el futuro.

La Torre Orizuru (en el centro, a la derecha) domina el Monumento de la Paz de Hiroshima (izquierda). Este lugar, también conocido como la Cúpula Genbaku, fue declarado Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 1996

Por toda Hiroshima hay varios monumentos y edificios que recuerdan el lanzamiento de la bomba atómica y las víctimas que produjo. Entre ellos, la famosa Cúpula Genbaku y el Museo del Monumento de la Paz de Hiroshima, que reciben más de un millón de visitantes cada año. Ahora bien, como dice Matsuda, no había ninguno que hable de Hiroshima tal y como es hoy.

"Es importante volver la vista atrás, sin duda. Cuando se habla de la guerra y de la paz mundial, las voces de las víctimas son un testimonio con un peso enorme —afirma—. Me sumo al papel de Hiroshima como adalid de la paz. Pero la ciudad también necesita que el mundo vea lo mucho que hemos conseguido y progresado desde la guerra, y lo que nos depara el futuro".

Matsuda hizo suya la misión de mostrar al mundo todo lo que ha hecho Hiroshima para llegar a donde está ahora y empezó a buscar vías para conseguirlo. En 2009, encontró la fórmula perfecta: un edificio de doce plantas que ahora se conoce como la Torre Orizuru de Hiroshima.

Vistas impresionantes

La Torre Orizuru de Hiroshima se inauguró en 2016. Es un edificio comercial y de oficinas que se alza junto al Parque del Monumento de la Paz, un espacio abierto de 12.000 metros cuadrados dedicado a recordar a las víctimas de la bomba atómica. Orizuru es la grulla de papel del origami, un símbolo de la paz en Japón. La planta baja alberga una cafetería y una tienda de productos locales, a los que se suma una zona de exposición que narra la historia de Hiroshima. Sin embargo, lo más sobresaliente de la torre es la terraza de la última planta, desde la que se contempla la ciudad.

"Hoy día, la ciudad es un símbolo de la resistencia humana. Casi se puede sentir su extraordinaria determinación".

El edificio había sido propiedad de una compañía de seguros. Cuando salió a la venta, un socio invitó a Matsuda a echarle un vistazo. Matsuda acudió a la cita sin intención de comprar, consciente como buen empresario de que sería una compra demasiado cara para su empresa. Pero la vista desde el último piso le hizo cambiar de opinión.

"Siempre podemos mirar atrás, pero también tenemos que mirar hacia adelante, porque Hiroshima tiene muchísimo que ofrecer".

"En cuanto subí a la azotea, me enamoré de la vista de la ciudad que se divisaba", recuerda Matsuda. "Fue increíble. A los pies se podía contemplar la Cúpula de la Bomba Atómica y, por detrás de ella, todo el paisaje urbano. Incluso se llegaba a ver la cadena montañosa que enmarca la ciudad. Lo primero que pensé fue: todo el mundo debería ver esto... Porque ver todo lo que la gente de Hiroshima ha hecho en los últimos 70 años para reconstruir la ciudad es algo que te deja sin palabras. Pensé que esta ciudad es un símbolo de la resistencia humana. Casi podía sentir su extraordinaria determinación".

En ese preciso instante tomó la decisión de comprar el edificio del modo que fuera. Al final, su pasión por Hiroshima pudo más que su mentalidad empresarial. "Pensé que podíamos convertir este edificio en algo que le faltaba a la ciudad: una nueva referencia que represente el futuro de Hiroshima. Todo el mundo debería ver ese panorama. Siempre podemos mirar atrás, pero también tenemos que mirar hacia adelante, porque Hiroshima tiene muchísimo que ofrecer", afirma Matsuda.

Dentro de la Torre Orizuru, los visitantes se encuentran con el muro Orizuru, un espacio de cristal lleno de grullas de origami donadas por visitantes de todo el mundo. El orizuru —que viene de ori ("plegar") y tsuru ("grulla")— es la forma más tradicional del origami japonés, e inspiró a Matsuda para resignificar esta torre.

Hicieron falta casi siete años para transformar aquel edificio en la Torre Orizuru. Matsuda admite que hubo momentos en los que la presión le pasó factura, pero el esfuerzo se vio coronado por el éxito.

"El proyecto dio muchos giros inesperados por el camino y estuve muy presionado", concluye Matsuda. "Pero era lo correcto y, sin duda, es lo más grande que he hecho por mi ciudad natal".

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Fuente: Mazda
 
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